Se trata de una enfermedad hereditaria que causa degeneración irreversible de la retina y déficit visual severo, casi siempre con ceguera total. En casi todas las razas en que se ha estudiado la herencia se sabe que cada uno de los padres del animal debe ser portador del gen de la enfermedad aunque puede que ninguno de ellos manifieste síntomas de la misma.
Más frecuente en perros que en gatos. La edad de aparición de los síntomas y la velocidad de progresión de la enfermedad varía entre las razas, aunque por lo general los perros se ven afectados entre los 6 y 8 años de edad, con pérdida de visión nocturna como primer signo, que generalmente progresa en unos meses a la pérdida de la visión diurna también.
Aunque la mayoría de los casos de APR son hereditarios, existe un tipo de degeneración retinal en perros que lleva a una atrofia de retina final pero que se presenta de forma repentina, no progresiva, y se desconoce realmente su causa. Se conoce con el nombre de SARD (Sudden Acquired Retinal Degeneration).
Para el diagnóstico de esta patología hace falta hacer una exploración concienzuda de la retina por un oftalmólogo veterinario, y muchas veces es necesario recurrir a pruebas especiales como son la ecografía ocular y la electrorretinografía.
No existe hasta la fecha tratamiento probado contra la APR, pero al menos esta enfermedad no es dolorosa y la pérdida visual suele ser tan lenta que las mascotas tienen tiempo de adaptarse sorprendentemente bien.
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